Que el cuerpo sea nombrado como el instrumento de comunicación humano por excelencia, en realidad no merece siquiera una argumentación más allá de la evidencia. Lo mismo que sea descrito como un campo de batalla simbólico –tanto desnudo como vestido-, se impone como una revelación histórica. Que se quiera blanqueado, pintado, pinchado, de muchas maneras alterado, o que se haga el empeño de dejarlo intacto, incluso al paso del tiempo. Eso apenas merece una confirmación. En todos los casos, a la percepción de los ojos, el olfato, el tacto y el gusto, el cuerpo nos porta, así como un afirmativo yo dice portarlo. Paradójica distancia de una otredad que se
subraya sin que pueda alejarse un ápice de sí mismo -del cuerpo-. Justo desde este paragón, desde la lábil certeza de la performancia del yo soy, es el lugar donde El Cuerpo Habla se parapeta apiñado como un colectivo de artistas: también de investigadores e inquietos usuarios de la pedagogía, porque en el marco de la toma de consciencia que supone dichas coordenadas, nos invitan y nos enseñan a participar de su decantado repertorio de
experiencias ensayadas y otras por ensayar. La invitación es a encarnar la paradoja, ciertamente con el único vehículo posible, con el cuerpo, el propio, que siendo de uno también se vuelve ajeno con apenas nombrarlo.

 

 

Gabriel Mario Vélez
Jefe departamento de Artes Visuales
Facultad de Artes Universidad de Antioquia